Desde el aula de ATAL, hemos vivido un encuentro muy especial: un viaje gastronómico sin movernos del colegio. Cada alumno/a ha traído con cariño una comida típica de su país, compartiendo no solo sabores únicos, sino también un pedacito de la historia de su familia, sus recuerdos y su identidad.
Hemos probado platos de todos los rincones del mundo, cocinados con amor y orgullo. Pero lo más valioso no ha sido solo la comida, sino el gesto de compartir, de abrirse al otro, de celebrar nuestras diferencias como una riqueza común.
Nos hemos reído, contado anécdotas, aprendido palabras nuevas y, sobre todo, han sentido que en esta diversidad hay un lugar para todos. Porque cuando nos sentamos juntos a la mesa, las fronteras desaparecen y lo que queda es lo más importante: el respeto, la convivencia y la alegría de estar juntos.
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